Por Aimée Padilla
Los acólitos mexicanos del Mensajero del Altísimo
En el año de 1893 un señor de apellido Stephenson, residente en México, escribió una carta a la Watch Tower Bible and Tract Society,29 de Allegheny, Pennsylvania,30 con el objeto de suscribirse a la revista Zion ‘s Watch Tower (hoy conocida como La Atalaya) y adquirir algunos libros. Se dijo dispuesto a traducir y divulgar en México las publicaciones de la sociedad. Se ignora qué ocurrió después con él. Parece que fue la primera persona residente en México que se interesó por la religión que los estudiantes internacionales de la Biblia empezaban a predicar fuera de Estados Unidos.
La historia oficial de los testigos en México relata que durante la época de la Revolución algunos inmigrantes mexicanos se relacionaron en Estados Unidos con los estudiantes de la Biblia y cuando regresaron a su país llevaron consigo literatura de la WTBTS. Se dice que varios se convirtieron. Se cuenta, además, que en el norte de México predicaron unos estudiantes de la Biblia norteamericanos, quienes consiguieron algunos prosélitos. Sin embargo, no se cita el nombre ni el lugar de residencia de ninguna de estas personas. Sería hasta un cuarto de siglo después de que fue escrita la carta de Stephenson, cuando apareció por fin el primer habitante de nuestro país al que puede identificarse con certeza como estudiante de la Biblia.
En 1917 un joven mexicano llamado Abel Ortega estudiaba medicina en la ciudad de San Antonio, Texas. Allí conoció a un predicador apellidado Moreyra, quien lo convenció de convertirse en estudiante de la Biblia. Ortega renunció a la medicina y regresó a la ciudad de México para difundir su nueva fe, apoyándose en la obra de Charles T. Russell titulada El plan divino de las edades. El tío de Abel, quien iba a financiarle sus estudios, no estuvo conforme con la decisión de su sobrino y lo echó de su casa. Ortega se mudó al barrio de Santa Julia, en el norte de la ciudad. Allí comenzó a predicar y en dos años reunió un grupo de 30 personas, que formaron la primera congregación de estudiantes de la Biblia mexicanos. Consiguieron luego un local para reunirse en el centro de la ciudad, el cual sería el primer salón del reino de la capital del país. En 1919 los estudiantes de la Biblia realizaron asambleas de cuatro días de duración en la ciudad de México. Parecía que la obra marchaba por buen camino, pero la pequeña congregación sufrió entonces un cisma devastador.
Hacia 1920, según la historia oficial de los testigos en México, Ortega “quedó fascinado por una nueva religión, cuya sede estaba en Francia, y dejó de reunirse con los que habían sido sus hermanos cristianos. El grupo se fragmentó, y sólo quedaron unos cuantos que procuraban hacer la voluntad de Jehová”. La misma fuente califica a esta deserción como una “penosa experiencia” y no vuelve a mencionar a los cismáticos -ni a los que permanecieron fieles -. Lo cierto es que fue un golpe muy duro para los estudiantes de la Biblia mexicanos , cuyo número no crecería mucho durante la década de 1920.
¿Qué ocurrió con Ortega? Para explicarlo tenemos que retroceder a 1916. En ese año murió el primer presidente y fundador de la WTBTS, Charles Taze Russell, y fue sucedido por el abogado Joseph F. Rutherford (1869-1942), mejor conocido como “el juez Rutherford”, quien consideró adecuado emprender una serie de profundas reformas en la doctrina y la organización del movimiento.
Muchos estudiantes de la Biblia, tanto en Europa como en Estados Unidos, no estuvieron de acuerdo con los cambios impuestos por Rutherford y rompieron con él. Uno de ellos fue Alexandre Freytag (1870-1947), el encargado de la sucursal de la WTBTS en Ginebra, Suiza. Freytag publicaba traducciones al francés de la literatura de la sociedad, pero con el tiempo desarrolló sus propias ideas y comenzó a divulgarlas aprovechando las oficinas y el equipo a su cargo. Rutherford lo destituyó. Posteriormente, en 1920, Freytag fundó un movimiento llamado Les Amis del Homme (Los Amigos del Hombre). Las consecuencias no fueron desdeñables; en 1919, por ejemplo, se habían reunido 304 personas en las congregaciones suizas de habla francesa para celebrar la Cena del Señor. En 1920 sólo acudieron 75; la mayor parte de los ausentes se había ido con Freytag.
Los seguidores de Freytag creían en una mezcla de ideas milenaristas, filantrópicas y ecologistas. Su líder se atribuyó un papel mesiánico y adoptó el título de “Mensajero del Altísimo”. Predicaba que los fieles del Señor vencerían a la muerte si obedecían la “Ley Universal”, descubierta por su mensajero, el cual construyó sobre esa base una filosofía de la vida que enfatizaba el altruismo.
Freytag y sus correligionarios no esperaban pasivamente el arribo del Reino de Dios, sino que creían que éste ya había llegado. Para hacerlo patente fundaron colonias agrícolas en Francia, Alemania, Bélgica, Suiza y otros países, donde pusieron en práctica sus principios. Freytag, además, fue un escritor muy prolífico, y sus obras circularon por decenas de miles en las décadas de 1920 y 1930. Tras su muerte en 1947, el movimiento se dividió. Actualmente quedan cerca de cincuenta mil de sus epígonos en Europa y América.
El credo de Freytag se extendió primero por Europa Occidental y luego por América del Norte, hallando un buen número de conversos entre antiguos asociados de la WTBTS. Hacia 1918 llegó a México , donde Abel Ortega fue uno de los primeros que lo adoptaron. Luego de 1920, cuando rompió con la WTBTS, no volvemos a tener noticias de Abel Ortega durante varios años. Parece que continuó sus actividades desde la casa donde vivía, en la colonia Romero Rubio, en el número 57 de la calle de Jerusalén esquina con Marruecos, la cual se convirtió en el domicilio social de los freytaguistas mexicanos.
De acuerdo con el informe de uno de sus correligionarios, el señor Eusebio D. Pineda, entre 1918 y 1920 los freytaguistas se dedicaron a estudiar el credo de su líder, para comprender sus bases. De 1920 a 1925 se ocuparon en la tarea de “empezar a conocernos a [nosotros] mismos y a hacer a un lado nuestro egoísmo”. Concluida esa etapa, hacia 1925 empezaron a difundir sus enseñanzas entre el público en general. En ese mismo año establecieron formalmente una sucursal y hacia julio de 1926 adoptaron el nombre de Sociedad Bíblica de Tratados El Ángel de Jehová.
A partir de 1926 publicaron la versión mexicana del Periódico para Todos, el principal órgano doctrinario de su movimiento, que era editado en Europa en varios idiomas. También imprimieron otro periódico, El Angel de Jehová . Ambos eran traducciones de las ediciones originales en francés, las cuales eran redactadas casi en su totalidad por el mismo Freytag. Otra publicación importante de esos años fue el folleto El bienestar sobre la tierra, que exponía las principales enseñanzas de su líder. Los freytaguistas se reunían varias veces a la semana en algunos lugares del país y en su sede de la colonia Romero Rubio, en la misma casa donde estaban las oficinas del Periódico para Todos.
El nombre del grupo era Sociedad Bíblica de Tratados El Ángel de Jehová, y Abel Ortega -quien vivía en un cuarto en la sede de la organización- figuraba como su representante legal. Este último aseguraba que tenían como fin difundir “el conocimiento de la Ley Universal de la Vida -conocimiento que no era más que la filosofía desarrollada por Freytag-, en virtud de la cual ‘todas las cosas existen para el bien de las demás, teniendo relación entre sí'”, con el objeto declarado de “desarrollar el carácter de sus miembros y de establecer el reinado de la Justicia en la tierra”.
Como sus actividades tenían un inocultable tono religioso, terminaron por llamar la atención de las autoridades. En abril de 1929, la Secretaría de Hacienda preguntó al secretario de Gobernación si había concedido un permiso para la apertura de una capilla denominada El Ángel de Jehová, ubicada en la esquina de las calles de Marruecos y Jerusalén. También preguntó si las prácticas que se celebraban en la misma eran “propiamente del culto religioso y, en consecuencia, el inmueble puede considerarse como de propiedad nacional”. Gobernación respondió que no había autorizado la apertura de la capilla y ordenó además al jefe de su Departamento Confidencial que investigara dicho templo. Abel Ortega recibió entonces la visita de un agente de Gobernación y, tal vez por su propia iniciativa, envió también un informe escrito a las autoridades, el cual nos da interesantes datos sobre su movimiento.
Don Abel aseguraba que su organización no era de carácter religioso, sino filantrópico, y que su líder, Alexandre Freytag, había dado a conocer su doctrina en 1922, en su obra Le message á l ‘humanité , donde presentaba además un programa para la formación de un nuevo orden social, el cual estaba siendo puesto en práctica en dos colonias situadas en el departamento de Valenzole, en los Bajos Alpes, al sur de Francia, y en Waldek, cerca de Francfort del Meno, en Alemania. Cada uno de estos centros de población, pequeños ensayos de una utopía religiosa, estaba formado por cien familias, con sus respectivas viviendas. Los habitantes debían procurar tanto el bienestar común como el familiar. Trabajaban en talleres y campos de cultivo, y concentraban sus productos en un almacén común, para distribuirlos después a las diversas familias según sus necesidades. Ortega aseguró que en 1928 había viajado a Europa y corroborado la realización de esa obra. Estaba tan convencido de las bondades de la doctrina de Freytag, que se proponía ponerla en práctica en México, pues, aseguraba,
Cita:
“Sólo deseamos el desarrollo de esta obra salvadora en nuestro amado país, a fin de que pueda cosechar los frutos que han esperado por tantos años muchos corazones sinceros que han ofrendado sus vidas por el bien de los demás, para lo cual invitamos cordialmente a toda clase de personas de buena voluntad, sin distinción de clases ni de categorías , y muy especialmente a los que se encuentran actualmente en el poder, dirigiendo los destinos de este fértil y bellísimo suelo mexicano, a que nos ayuden a realizar este glorioso programa de verdadera restauración llevando este mensaje de vida al corazón de todo el pueblo para que, haciendo a un lado las luchas estériles de carácter político y religioso que nos afligen, nos unamos en un mismo ideal para obtener nuestra felicidad individual, al esforzarnos en buscar la felicidad de los demás”.
Más que en la realización de la utopía freytaguista en México, el gobierno federal estaba interesado en el funcionamiento interno de la capilla El Ángel de Jehová, como lo muestra un informe del Departamento Confidencial de la Secretaría de Gobernación. Su agente confirmó que era una subsidiaria de la matriz establecida por Freytag en Suiza, y que el encargado era el ciudadano mexicano Eusebio de Anda. La agrupación contaba con 66 socios activos, que la sostenían con sus donativos. En su salón de sesiones no había “santos, estatuas, láminas ni objeto alguno de idolatría”. El dueño del local, Severiano Guerrero, era miembro activo de la organización y lo prestaba gratuitamente. Disponían de un armonio y cantaban himnos. Sus reuniones se verificaban los días domingo, lunes y jueves por las noches.
Aunque en una ocasión habían elaborado un ocurso donde alegaban que no eran ni una religión ni una secta religiosa, el agente de Gobernación pudo examinar varios papeles de la organización y descubrió una lista titulada “Miembros del Real Sacerdocio ordenados para formar el Tabernáculo de Dios en la América”, donde figuraban los nombres de Felipe Ortiz Careaga, Aria Rodríguez, María del Carmen San Juan, Guadalupe Camarillo, Florentino Villanueva, Abel Ortega, María Fernández, Julia San Juan, Severiano Murillo, Guadalupe Pérez, Abel Ortega P. y Carmen C. de Murillo. En opinión del agente, los cánticos, el sacerdocio, las lecturas y las reuniones constituían “ritualidades religiosas”, por lo que pidió al señor Ortega que le explicase su objeto. Éste se limitó a responder que la misión de la Sociedad era “poner en evidencia a todas las religiones o denominaciones existentes, en su nefasta labor de haber torcido la orientación de la humanidad y procurar que se vuelva a la verdad viviendo la Biblia y no dedicándose sólo a interpretarla torcidamente y sólo teóricamente como lo hacen las actuales religiones”.
Los esfuerzos de El Ángel de Jehová por disimular su carácter religioso eran bien correspondidos por el Estado. Unas semanas después, el abogado consultor de la Secretaría de Gobernación emitió su dictamen sobre el caso. El letrado concluyó que el informe presentado por Ortega demostraba que éste y sus compañeros perseguían “un fin de cooperación y ayuda mutua” y que pretendían “implantar el verdadero comunismo”. Aseguró que no había encontrado en ese escrito nada que demostrase que el fin de la asociación fuera de carácter teológico o religioso, sino más bien filantrópico. El abogado afirmó que
Cita:
“No teniendo el carácter de culto las prácticas a que se dedican los miembros de la sociedad a que me refiero, supuesto que culto significa la expresión de la religión, o la expresión y el reconocimiento de las relaciones que unen a los hombres con Dios, habiéndose establecido por la Iglesia las formas y solemnidades que lo constituyen, debe deducirse que dichas prácticas no deben considerarse un culto religioso”.
Por último, señaló que el hecho de que el salón de la sociedad bíblica en cuestión careciese de “santos, estatuas, láminas y objetos de idolatría” desmentía la idea de que el grupo en cuestión constituyera un culto religioso. Por lo tanto, dictaminó, las prácticas que se celebraban en la capilla El Ángel de Jehová no debían considerarse como del culto religioso, por no tener tal carácter. Agregó que no se había concedido permiso para su apertura, por no haberse solicitado, y que las personas que se reunían allí hacían uso del derecho de asociación otorgado por el artículo 9 de la Constitución General de la República. La Secretaría de Hacienda estuvo conforme y dispuso que la capilla no fuese clasificada como propiedad nacional.
Al guiarse por el supuesto de “que culto significa la expresión de la religión, o la expresión y el reconocimiento de las relaciones que unen a los hombres con Dios, habiéndose establecido por la Iglesia las formas y solemnidades que lo constituyen”, el abogado consultor sentaba un precedente que sería muy provechoso para los seguidores de Freytag, los estudiantes de la Biblia y los testigos de Jehová. El gobierno estaba interpretando y aplicando la ley que regulaba a los cultos religiosos de una manera que restringía las actividades de la Iglesia católica y, al mismo tiempo, concedía un amplio margen de tolerancia para las minorías religiosas. Esto significaba que los ritos de las asociaciones religiosas no católicas no eran, legalmente, actos de culto, por lo que sus templos y demás locales dedicados a sus reuniones podían salvarse de ser nacionalizados y, lo más importante, podían celebrarse sin demasiada interferencia del Estado.
Por otra parte, resulta evidente que el gobierno reservaba sus mayores energías para controlar a la Iglesia católica y que podía darse el lujo de no ser tan severo con las demás religiones. En este caso, los seguidores de Freytag habían tenido éxito en su plan de presentar a su organización como una entidad de carácter filantrópico y no religioso, con lo cual salvaron la propiedad de su local. Poco después, sin embargo, tratarían ya no de conservar sus bienes, sino de sacar provecho de la condición que el Estado les había reconocido.
Al año siguiente, en octubre de 1930, Eusebio D. Pineda, presidente del Comité El Ángel de Jehová, dirigió una carta al jefe del Departamento del Distrito Federal con el fin de demostrar que el carácter de su movimiento era “netamente filantrópico, y no religioso”. Aseguró que su organización tenía como “único fin hacer el bien, haciendo a un lado sus prejuicios de raza, de clase y de religión para buscar la armonía y la unidad con todos los seres humanos”. A su juicio, en toda obra religiosa se hacía lo contrario de lo que se pretendía enseñar. Predicaban el amor al prójimo, pero practicaban el odio, como podía comprobarse por el hecho de que de las religiones “siempre han estado en disputas y en contiendas entre sí, no habiendo llegado nunca a ponerse de acuerdo”, lo cual había provocado “persecuciones y guerras religiosas”. Entre esos hechos censurables que habían ensangrentado las páginas de la historia podían hallarse episodios como la noche de San Bartolomé y la incineración de Miguel Servet, responsabilidad, respectivamente, del catolicismo y del protestantismo, así como la Primera Guerra Mundial, “en la que tomó parte el mismo clero católico y protestante, tanto en la parte de las potencias centrales como [en la] de los aliados”. Nuestro “desafortunado país” no estaba al margen de esta situación, como lo demostraba la existencia del movimiento de los cristeros, quienes “resistieron con armas de fuego las órdenes de paz y de moralidad que el Supremo Gobierno Federal dictó, como motivo del problema religioso tan excitado en los ánimos del pueblo fanático”.
A continuación, Pineda exaltó las colonias agrícolas establecidas por su organización en Alemania y Francia, donde se educaba a los niños, se atendía a los enfermos y se cultivaba alimento para obsequiarlo a los pobres. Pineda aseguró que querían extender esa obra a México y que se hallaban buscando un terreno para establecer su primera colonia. No dejó de reconocer, empero, que hasta ese momento, su labor en nuestro país era “bien modesta y pequeña”. Aun así, se tomaba la libertad de solicitarle al jefe del Departamento del Distrito Federal que les facilitara un local en el centro de la ciudad de México , que sería empleado para propagar y dar a conocer su obra, la cual “ayuda a todos a que salgan de la intemperancia y de toda clase de vicios”.
Como la respuesta a esa petición no era de su competencia, el Departamento la turnó a la Secretaría de Gobernación, la cual marcó claramente los límites que el Estado había concedido a los seguidores de Freytag. Le recordó a Pineda que él y sus correligionarios podían constituirse libremente, de conformidad con el artículo 9 de la Constitución, “ya que se trata de una sociedad filantrópica y no de carácter religioso, razón por la cual no puede otorgársele ningún reconocimiento oficial, por no existir ningún precepto legal que autorice a ello”. Acto seguido, denegó la petición de un local, pues la Ley de Muebles e Inmuebles de la Federación del 18 de noviembre de 1902 prohibía que los particulares usufructuasen los bienes propiedad de la nación a título gratuito.
Durante las décadas siguientes los seguidores de Freytag continuaron sus actividades y reuniones en varios estados del país, de acuerdo con las pocas noticias que pueden hallarse en la colección del Periódico para Todos que se conserva en la Hemeroteca Nacional. La publicación se dedicaba sobre todo a los asuntos doctrinarios, dejando muy poco espacio para las noticias sobre las labores del grupo. En un informe de la Secretaría de Gobernación de febrero de 1948 consta que el templo El Ángel de Jehová aún se hallaba en la esquina de Marruecos y Jerusalén, a cargo de un ministro cuyo nombre no se especificaba. Años después, el domicilio del Periódico para Todos se cambió a la calle de Lago Maracaibo 88, en la colonia Argentina, en el norte de la ciudad de México. La empresa editora que figuraba en el directorio era la Asociación Filantrópica Mexicana, A. C.
Abel Ortega continuó su trabajo por muchos años. Aunque ignoramos la fecha y el lugar de su muerte, sí se puede afirmar, casi con certeza, que permaneció fiel a su religión durante el resto de su vida. En la última edición del Periódico para Todos que se conserva en la Hemeroteca Nacional, fechada el 27 de diciembre de 1970, Abel Ortega aparece en el directorio como “redactor responsable”. En ese entonces debe haber tenido alrededor de 70 años de edad. Es posible que tras la muerte de Ortega el Periódico para Todos haya dejado de publicarse.
Hemos tratado en vano de averiguar si aún existen en México personas que sigan las enseñanzas de Freytag. Probablemente, los integrantes del movimiento freytaguista mexicano se dispersaron o, tal vez, formaron nuevas asociaciones religiosas
(Alexandre Freytag. Crédito de la foto: tj-encyclopedie.org)