¿VIDA PLENA O VIDA ETERNA? por Ruben Echeverria.
Ninguno de nosotros pidió estar en este mundo, pero como nuestra vida es la única que tenemos y no trae un Manual de Instrucciones debemos, sobre la marcha, aprender a vivir, a sacarle provecho a nuestra existencia.
Como todos los seres humanos, somos depredadores, omnívoros, nos agrada ejercer nuestras funciones vitales. Estamos hechos para eso. Por esa razón, cuando nace un nuevo espécimen humano, ya tiene junto a el a los representantes del Mundo de Fantasía, léase curas, sacerdotes, pastores, ancianos, etc. todos ellos dispuestos a comprometer la existencia del nuevo ser a sus propias utopías.
Nacemos algunos más afortunados que otros, los unos con familias bien constituidas, con infraestructura hogareña, cultura, que harán de la existencia un lugar de agrado. También por desgracia está aquellos otros que nacen en cunas poco favorecidas, los cuales deben luchar con sus propias uñas para sacarle un tarascón a la existencia.
Desde antiguo, los sacerdotes orientales pretendieron adoctrinar a los miembros de sus comunidades en despreciar sus propias existencias, centrar sus esfuerzos en alcanzar la vida después de la muerte, para lo cual se ofrecieron en ser mediadores entre los dioses y los demonios y de esa forma prolongar algo que en ese tiempo era efímero, fugaz, pasajero y perecedero. La contrapartida era, nada menos que: vida eterna, sin fin, sin muerte. Una oferta tentadora para las precarias existencias de los humanos hace miles de años en el pasado.
Sin embargo, el mundo ha cambiado. En este Siglo Veintiuno los avances de la ciencia y la medicina han hecho posible prolongar la existencia y además las condiciones de vida en sociedad se han hecho más tolerables. Tal es así que hasta se puede, con toda propiedad, vivir una vida plena y llegar a una vejez tranquila, rodeados de nietos y bisnietos, con lo cual la oferta de vida eterna ya solo es posible leerla en mamotretos de la Edad del bronce, como aquellas que nos entregan las religiones abrahámicas: judaismo, islamismo y cristianismo.
LA GRAN PARADOJA DE LA VIDA ETERNA
La más grande contradicción de las religiones que abogan por la vida eterna, es que no entregan pautas, normas o reglas acerca de la vida, ni de la actual, ni de la supuesta en el futuro Paraíso.
Por el contrario, los dogmas, ritos y ceremonias ocupan la mayor parte del tiempo libre de los asistentes a sus lugares de reunión. Los Testigos de Jehová, entre otros, exigen a todos sus feligreses el cumplimiento de extenuantes horas de trabajo, adoctrinamiento personal, perfeccionamiento en las técnicas de venta a domicilio, oraciones, cánticos, estudio de La Atalaya, estudios de libros, conferencias, asambleas, visitas de pastoreo, etc.
En resumen, la vida como tal, es casi ignorada, excepto para ser entregada a la Organización Wachtower. El ideal de cualquier creyente en la Biblia es cumplir fielmente las enseñanzas de sus siervos o pastores. Algo como eso se explica en el libro de la Biblia, Revelación 4:8
” .. y no tienen descanso día y noche mientras dicen:
” Santo, Santo, Santo es Jehová Dios Todopoderoso…”
Nos enseñan, que cualquier distracción de las labores de adoración es una falta hacia Jehová…. y podemos pagar las consecuencias.
¿Queda algún tiempo para vivir?: ¡NO!
Hoy en día no se necesitan poderes especiales para vivir una vida plena. Es totalmente democrático, todas las personas pueden lograr tener más vida, dentro de ellas. Estar cien por cien vivos depende únicamente de nosotros mismos.
El psiquiatra Jesús Fraíz ha hecho un análisis de los parámetros que influyen en una vida larga, feliz y fecunda. Ha entrevistado a miles de personas que han llegado a edades de más de cien años. Desde luego los hábitos saludables, la genética y la medicina, son factores influyentes en lograr una vida larga, aunque ahora surge la resiliencia (capacidad de sobreponerse), mantenerse activos el máximo posible de tiempo, el optimismo y un fuerte sentido del propósito que deseemos darles a nuestra existencia. Nos dice el señor J. Fraiz:
” Hay gente que los 70 años comienzan a pintar, escribir, hacer fotografías, pasear por el campo o participar en excursiones o ir a cruceros. Tiene que ver con las inquietudes individuales. Muchos se mueren porque no saben disfrutar. También hay casos de personas que les toca vivir situaciones tremendas y, sin embargo, logran salir adelante, como las personas de más de cien años que he investigado, las cuales se enfrentaron a guerras o bombardeos, en donde la esperanza de salir de allí era un acicate para ellos. Como si dijeran; “Hoy no me rindo, quizás mañana o pasado, pero hoy no.” “
Independiente de lo larga o corta que sea la existencia de cada uno, quienes viven la vida en toda su amplitud son aquellos que están movidos por el amor, no por el miedo; los movidos por el afán de crecer, de aventurarse y de descubrir, quienes asumen que las ganancias y pérdidas son indisociables del hecho de estar vivos y han experimentado el poder transformador de las pérdidas; quienes persiguen su felicidad personal, pero también se entregan a valores y causas más grandes que ellos mismos. Y quienes son espiritualmente ricos y no temen el paso del tiempo, y dejan ir con elegancia todo aquello que los años se llevan consigo.
LA VIDA ETERNA
Si usted lo ha notado, los religiosos acostumbran a publicar escenas idealizadas de una vida eterna en un Paraíso. Sin embargo en cualquier lugar ocurren imponderables. Supongamos que en ese Paraíso en la Tierra, un animal, un elefante entra en celo y corre en pos de la elefanta, y sin querer queriendo le aplasta un pié al indefenso humano, o quizás desde una palmera la fuerza de gravedad o el viento le lanzan un fruto en su cabeza. También las aves no son perfectas y pueden lanzar sus heces desde la altura, en todo paraíso pueden ocurrir esos desgraciados sucesos, y recuerde que en el Paraíso estará usted desnudo, si nos atenemos a la fábula del Génesis. Pero el sátrapa que nos entrega su utopía no le interesa que usted piense, por ese motivo lo mantiene ocupado, que digo, ocupadísimo llenando formularios de predicación, asistiendo a reuniones, asambleas y desde luego leyendo las publicaciones de la Wachtower en todo momento.
Ya es hora de acabar con los milenarios cuentos de viejas, que presentan la felicidad, la dicha en un Paraíso como algo apetecible. Demasiado tiempo se ha tratado de convencernos, y lo hemos creído de buena gana, de que la búsqueda de la felicidad al fin nos deparará la felicidad. Lo gracioso del caso es que el concepto de felicidad ni siquiera puede definirse. Entonces corremos detrás de pompas de jabón: felicidad, vida eterna, Armagedón. Con esas ilusiones nos han hecho desperdiciar nuestras vidas, desaprovechar la existencia, despilfarrar nuestros mejores años de juventud, las mejores horas del día para dormir.
COMO CANTA EL ABAD RESPONDE EL SACRISTÁN
Llevar una vida amargada lo puede cualquiera, pero amargarse la vida a propósito es un arte que se aprende en Salones del Reino, en Asambleas, caminando bajo la lluvia o achicharrándose al sol para cumplir cuotas de horas de predicación, malgastando nuestras mejores horas de sueño, los días domingo para pulsar timbres o golpear puertas, algo que no ha nacido de nuestra iniciativa, ni por decisión pensada, sino por obedecer a personas que se han posesionado de nuestras mentes y de nuestra voluntad.
Un aforismo del psicólogo estadounidense Alan Watts dice que la vida es un juego cuya primera regla es: “esto no es un juego.”
Se ha dicho repetidamente que uno de los presupuestos fundamentales de la “desdicha eficaz” consiste en que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda. De esa forma uno puede jugar al juego de Watts. No se trata de imaginaciones ociosas. Una de las ramas de las matemáticas superiores, la llamada “Teoría del Juego” se ocupa de estos problemas y de otros parecidos. Sobre esto hablaremos a continuación.
Como usted ya puede imaginarse el concepto de juego para los matemáticos, no tiene en modo alguno un sentido pueril y juguetón. Se trata más bien de un marco conceptual en el que se valen algunas reglas del juego muy concretas, que determinan cuál es la mejor conducta de juego. Se entiende que mientras más inteligente y correcta sea la aplicación de esas reglas, tanto más se optimizan las posibilidades de ganar. Es importante distinguir entre juegos de sumas a cero y juegos de sumas a no cero. Es decir existen innumerables juegos en que la pérdida de un jugador significa la ganancia del otro. (Por esto la ganancia y pérdida sumadas dan siempre cero). Hay muchos casos. Una simple apuesta se basa en ese principio.
Los juegos de sumas a no cero, en cambio, son los que no igualan ganancia y pérdida. Esto es, la suma de los dos puede dar más o menos que cero. En otras palabras, ambos jugadores pueden ganar o perder. Bajemos ahora esta problemática desde los campos abstractos de las matemáticas al nivel de las relaciones humanas. Tenemos que preguntarnos si las “pérdidas” de uno se corresponden a las “ganancias” del otro. En el plano de las expectativas de vida las personas juegan sumas a cero, en el plano de la relación con una secta religiosa que promete un Paraíso, pero de esa forma se va a paso seguro hacia la hecatombe. Lo que ocurre es que los jugadores de sumas a cero, empeñados como están en la idea de ganar el Paraíso y la Vida Eterna y de hacer una buena jugada con la secta religiosa, no advierten a un tercero que se ríe (aparentemente) = LA VIDA. Ante ella, pierden los dos.
¿Por qué nos resulta tan difícil comprender que la vida es un juego de sumas a NO CERO y que se puede llegar a vivir en armonía con el gran adversario de juego, con la vida? Para eso es obvio que tenemos que ser más sabios que los más poderosos, los políticos, los religiosos, los ideólogos y hasta las estructuras de poder multinacionales. No solo somos los creadores de nuestra desdicha, sino que también, del mismo modo, podríamos crear nuestra felicidad.
Los directivos de la Organización Wachtower, son fervientes partidarios de discriminar, a las personas, porque de esa polarización viven y subsisten. Basándose en el libro de Mitologías Hebreas hacen una separación, entre los que pertenecen al “partido de la verdad” y “los otros”, el resto del mundo. Ellos son “los buenos”, “los justos” y las demás personas son “mundanos” a los que descalifican como egoístas, alcohólicos, pervertidos sexuales, etc. Ellos saben que en el inconsciente colectivo de casi todas las personas está latente el hecho de que nómadas orientales hace más de 22 siglos se adjudicaron el delirio de grandeza de adjudicarse el título de “Elegidos de Dios”. En consecuencia solo han variado los nombres de esos hipócritas mentirosos. Sin haber sido ungidos por nadie ellos mismos se han adjudicado el nombre de Siervo Fiel y Discreto. Con ese pomposo título, pellizcando versículos de la Biblia han elaborado toda una organización de lucro, sometiendo a sus adherentes a una serie de ritos doctrinales, extraídos desde las leyes levitas trasladando esos preceptos al mundo actual. Los menos avispados caen fácilmente en sus redes, se someten a sus estatutos y se privan de vivir, de estudiar, de obtener una carrera profesional, de tener hijos o familia, de viajar por el mundo, de conocer otros lugares y personas. En lugar de eso insisten en la premura del tiempo que resta para el Armagedón, y que se debe predicar de casa en casa, aunque muchas veces nos den con la puerta en las narices.
Lo único realmente valioso que poseemos es el tiempo, y solo atisbaremos la felicidad, si aprendemos a gestionarlo. Pero cuando otra persona (una organización) interfiere en nuestro tiempo, también obstaculiza nuestra búsqueda de la felicidad. Desde luego cada cual tiene su afición, tendencia o inclinación, y es la vida propia la que determina nuestra dicha y nuestra ventura de acuerdo a nuestras propias motivaciones (No las ajenas).
Las personas que se han disociado de la secta, o aquellas que han sido expulsadas, después de una permanencia de muchos años, o decenios, se encuentran en un punto cero, totalmente desadaptadas al mundo real, porque nadie, jamás, les enseñó a vivir en un mundo competitivo. Sin profesión u oficio bien remunerado (porque la secta desincentiva el progreso personal), deambulan buscando su destino con poco bagaje cultural o profesional, de esa forma la obtención de una vida plena resulta más complicada, pero no imposible.
Después de haber entregado parte de una vida a una secta falsa, el disociado llega a preguntarse, “¿Cómo puedo vivir plenamente, ya que antes nadie me enseñó a vivir, sino a esperar utopías?”. Llegado a este punto es necesario que usted sepa que todo lo que le ocurrió tiene un sentido, porque tienen que ver con usted, que es la persona más importante del universo. Luego no posponga sus deseos, no lo deje para mañana. En pequeñas dosis, pero actúe. No espere. También tenga sueños, póngase ambiciosa o ambicioso, recuerde que por años estuvo sometido a anhelos falsos, ahora fabrique los suyos propios. Sus deseos, sus ganas de vivir le darán el combustible para vivir intensamente, apreciar las pequeñas alegrías del día a día, música, paseos, conversación amena con vecinos o amigos, ver las películas que le prohibieron, o asistir a conciertos de música antes denegadas, leer a los grandes autores del pasado, estudiar “on line” o inscribiéndose en algún instituto. También conéctese con la gratitud. Siempre hay algo por lo cual estar agradecidos, reconocidos. La gratitud lo conecta con lo que le gusta de la vida. Piense: “Qué bien que ahora soy dueña (o dueño) de mi destino”, o ” Qué bien, voy a llamar a tal persona, a la cual dejé de hablar por motivos de obedecer a la secta”. La suma de varios “Qué bien” produce la hormona de la satisfacción.
Y con esos pequeños pasos, ya está usted tomando las riendas de su vida, decidiendo por usted, determinando sus propias ideas de su existencia. ¿No es eso maravilloso?
“No dejes que nadie escriba la historia de tu vida”
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Rubén Echeverría Lastarria
BIBLIOGRAFÏA
Jesús Fraíz (Psiquiatra): Gloria Méndes (filóloga); “Humano, demasiado humano”, “El Ocaso de los Ídolos” F. Nietz