El siguiente artículo, es de un PIMO que desea compartir su historia bajo el nombre de Anciano Señalado. Agradecemos la confianza depositada en nosotros para difundirla y a todos nuestros estimados lectores por leerla, se que muchos se sentirán identificados con sus palabras.
“Mi historia es muy particular, porque en una tierra con ocho mil millones de habitantes los de mi grupo solo éramos un puñado, pero en realidad mi historia es muy similar al de miles o tal vez millones de personas que han pertenecido a la organización de los testigos de Jehová.
Crecí en una familia cuyos padres ya eran testigos de Jehová para cuando yo comencé a tener uso de razón, como es normal entre nosotros se me fue inculcado que existía una monumental obra por hacer, y que yo podía o tenía que ser parte de ella: predicar las “buenas nuevas” del reino por todo el mundo. Para entonces mi mente aún no dimensionaba de qué tamaño podía ser el mundo o el territorio, si tan solo me cansaba de dar la vuelta a unas cuantas calles a mis 6 años, no podía imaginarme cómo podríamos abarcar todo el mundo.
Lo primero que se me inculcó, era dar publicaciones impresas, así que aunque no tenía aún capacidad para dar testimonio, procuraba dejar en cada puerta al menos un tratado o un folleto, y de ser posible leer un texto bíblico, esto era para mí toda una proeza y una prueba de que Jehová estaba contento con mi labor, además a veces veía hacia las nubes y recordaba que nos enseñaban que los ángeles nos guiaban en la predicación, sinceramente no me habría sorprendido ver uno en esos tiempos pero evidentemente eso nunca sucedió.
También era necesario pedir dinero, después de entregar una publicación a la persona, así que no me olvidaba de pedir contribución e incluso con mis primeros ahorros compré una bolsita especial que llevaba estampado Mateo 24:14.
Pero conforme fui creciendo, algo iba pasando, el gozo se iba convirtiendo en carga, la invitación en una carga y el supuesto voluntariado en una exigencia; cuando menos me di cuenta, ya era una obligación en casa salir todos los sábados sin excepción al servicio del campo, y de ser posible algunos domingos, ya no contemplaba yo ninguna otra actividad para ese día, y luego cuando me bauticé se me “animó” a emprender el precursorado auxiliar en vacaciones porque ¿qué mejor manera de ocupar las vacaciones que sirviendo a Jehová?, así fue mi vida desde la secundaria hasta la universidad, adicional a que me sentía obligado a traer publicaciones en mi mochila cuando iba a clases y tratar de dar testimonio a mis compañeros de clase… ¿era de mi agrado todo esto? Para ser sinceros no lo era, pero sentía una responsabilidad, la responsabilidad de que Armagedón viniera ese día, mis compañeros o vecinos morirían y su sangre estaría sobre mi cabeza, creí que Jehová me reclamaría sus muertes, aunque eso no tuviera lógica porque: si fui lo suficientemente bueno para pasar al nuevo mundo ¿cómo iba a cobrarme las vidas que se perdieron? ¿me quitaría años de vida eterna? Son cosas en las que un testigo nunca se pone a pensar, pero mientras tanto ahí estaba el sentido de responsabilidad, retumbaban en mis oídos las palabras “Atalaya te he nombrado sobre la casa de Israel”.
Así que prediqué donde te puedas imaginar y como te puedas imaginar: en las calles, en las vecindades, en las avenidas, en las comunidades rurales, bajo el sol abrazador, bajo la lluvia, por teléfono, por carta… invertí muchas horas de mi vida en esta actividad porque creía que era lo correcto, literalmente desgasté varios pares de zapatos tan solo en esto, y como muchos de ustedes pasé de todo, tanto cosas que me parecieron buenas como verdaderos peligros.
Y lo demás de mi vida, bueno, eso no es tan relevante, simplemente al igual que muchos de los que me leen, las dudas entraron en mi vida y las respuestas oficiales de la organización junto con la advertencia a no investigar no hicieron más que alimentar mi curiosidad, y he llegado a lo se conoce como apóstata, y aunque esa historia podría ser más larga, que te baste con esto para que sepas que no tienes porqué cuestionar los motivos de aquellos que somos ex testigos de Jehová, pues muchos al igual que yo, sacrificaron cosas materiales, su tiempo, y estuvieron en lugares inhóspitos para hacer una labor que consideraban importante, fue esa misma sinceridad con la que hicimos esta actividad, la que nos motivó a buscar la verdad sobre la organización y darnos cuenta en dónde estuvimos realmente todos estos años. “