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“Nada hay oculto que no llegue a saberse” dijo por ahi un profeta en Judea del primer siglo.
JUSTICIA PARALELA de los Testigos de Jehova. EL PAIS
(English Version/Silent-lambs website)
La justicia paralela de los Testigos de Jehová
Exmiembros de la organización denuncian que esta entidad religiosa reconocida por el Estado oculta casos de abusos a menores y otros delitos tras juzgarlos de forma interna
Oficialmente, según el registro de entidades religiosas del Ministerio de Justicia, son 110.000. Ahí llevan inscritos desde 1970. Sus propias estimaciones elevan la cifra a 200.000. Los Testigos de Jehová son conocidos, sobre todo, por dos estereotipos: sus predicadores a puerta fría y su negativa a recibir transfusiones de sangre. Una tercera y delicada característica les está devolviendo, en los últimos días, a la actualidad. Se enfrentan, en España y otros países, a múltiples denuncias policiales y judiciales por no actuar frente a los casos de abusos sexuales dentro de las congregaciones. Ellos lo niegan, pero documentos internos muestran que la organización cuenta con una suerte de justicia paralela, regida por principios bíblicos y en la que, sin acudir a las autoridades, se juzga, fiscaliza y sentencia (o absuelve) a los miembros que hayan cometido algún pecado. Aunque este pecado sea también un delito.
“Los documentos relacionados con una acusación de abuso sexual a menores (…) deben guardarse en un sobre que se conservará indefinidamente en el archivo confidencial de la congregación”, dice uno de los documentos confidenciales de los Testigos de Jehová al que ha tenido acceso EL PAÍS y que muestra cuáles son los procedimientos que siguen en esta organización cuando se encuentran con casos de este tipo.
La circular, fechada a 1 de agosto de 2016, fue redactada por el Cuerpo Gobernante, la cúpula dirigente que los Testigos de Jehová tienen en Nueva York, y enviada el pasado verano a las sedes centrales de todos los países. De ahí se hizo llegar a los líderes de las congregaciones españolas (denominados Cuerpos de Ancianos), quienes recibieron la orden de seguir las directrices descritas en la carta y posteriormente archivarla bajo absoluta confidencialidad. Así funcionan los Testigos: la cúpula dirigente redacta las directrices a seguir, idea las normas internas, y cada congregación debe cumplirlas escrupulosamente.
“En todos los casos, a la víctima le asiste el derecho absoluto de denunciar el abuso ante las autoridades”, afirma el documento. Pero, a partir de ahí, la circular no vuelve a referirse a la ley y basa todas las instrucciones y órdenes en protocolos de actuación internos. “Cuando llegue a oídos del Cuerpo de Ancianos una acusación de abuso de menores, dos de ellos deben llamar inmediatamente al Departamento de Asuntos Legales para recibir asesoramiento legal (…) Tras recibir asesoría de la sucursal, el Cuerpo de Ancianos nombrará a dos de sus miembros para que realicen una investigación basada en la Biblia de toda acusación de abuso sexual de un menor. Estos deben seguir escrupulosamente los procedimientos establecidos en las Escrituras (…) Si el Cuerpo de Ancianos determina que hay prueba bíblica suficiente para la formación de un comité judicial, el coordinador lo comunicará”.
El documento también se refiere a la pena recibida por un pederasta, que será, como máximo, de expulsión permanente de la orden, aunque en la mayoría de estos casos la expulsión es temporal hasta que muestra arrepentimiento, según se puede leer en los mismos documentos. Es decir: un pederasta no solo no sería denunciado en los Testigos de Jehová, sino que, con mostrar arrepentimiento, será absuelto y perdonado.
La Guardia Civil investiga las denuncias
Israel Flórez Pérez perteneció a los Testigos de Jehová hasta 2008. Reside actualmente en Toledo y tiene 43 años. Cuando tenía cinco sufrió abusos sexuales por parte de un familiar, también miembro de la confesión. Lo puso frente a un espejo, lo desnudó y le hizo contemplar una escena que Israel solo entendió años después. No fue hasta 1999 cuando decidió contarlo. “Lo hice porque me di cuenta de que le había pasado a muchos compañeros más cuando eran niños”, cuenta sentado en la cafetería de una avenida de Toledo. “Acudí entonces a algunos líderes de la congregación. Y no hicieron absolutamente nada. Lo escondieron. Dos años después, otro Testigo abusó de mi mujer y, de nuevo, lo taparon. Fue cuando comprendimos que teníamos que salir de ahí”.
Flórez decidió, junto con otros exmiembros de los Testigos como Juan Bourgon, Miguel García o Noelia Piris, fundar el colectivo ‘AbusosTJ’ para poner en común experiencias. “En total ya hemos presentado unas 20 denuncias por abusos y maltrato, pero casi todas están prescritas”. Algunos de ellos contaron su caso hace unos días en El Periódico de Cataluña. Actualmente la Guardia Civil investiga estas querellas y el juzgado de Barcelona ha abierto ya el caso de Noelia.
Manuel es el nombre ficticio de otro miembro de AbusosTJ que durante muchos años estuvo en la cúpula de los Testigos de Jehová en España. Es el líder en la sombra de esta rebelión contra los desmanes de la organización. Asegura que los Testigos de Jehová tienen registrados en España más de un centenar de casos de abusos sexuales a menores en el seno de la confesión. Todos ellos habrían sido juzgados de forma interna y archivados lejos del alcance de las autoridades.
Donde sí están saliendo a la luz es en Australia. Allí, el Gobierno, anunció el pasado mes de julio que está investigando 1.006 casos de abusos sexuales que habrían sido escondidos por la organización. Manuel toma esta investigación como ejemplo. “En Australia hay unos 66.000 miembros y se investigan más de mil casos. En España hay casi 200.000. Un poco de matemáticas y la lógica puede dar una cifra espantosa”. También en Estados Unidos se han producido decenas de denuncias en los últimos años.
Desde la organización niegan haber escondido casos de abusos a menores. Aníbal Matos es el portavoz de la Oficina de Relaciones Institucionales de los Testigos de Jehová en España. Nos recibe con amabilidad en la sede central de la organización, un conjunto de edificios bajos y amplios situados en Ajalvir, a las afuera de Madrid. Con voz pausada y seguridad, Matos asegura que ellos solo juzgan “lo que se considere un pecado, nunca un delito”. Y añade: “Si algún hermano incurre en un caso de pederastia, lo primero que hacemos es instar a la víctima y sus familiares a acudir a la Policía. Si se niegan, por vergüenza, porque esto a veces pasa, nosotros tenemos la obligación moral e incluso legal de acudir a las autoridades”.
La realidad es que, desde Testigos de Jehová en España, nunca se ha denunciado un solo abuso a menores, como confirma el propio portavoz de la orden. Los miembros de ‘AbusosTJ’ contradicen la explicación de Matos. “Nunca acuden a la Policía. Someten el caso a un tribunal interno, imponen ellos las penas -que consisten en expulsiones temporales de la confesión- y perdonan”, asegura Manuel. “Después el caso queda archivado”.
Flórez añade: “Los Testigos de Jehová tienen escondidos varios cientos de delitos penales y abusos. Ellos animan a las víctimas a esconderlos. Las víctimas de abusos sexuales hemos tenido que escuchar que acudir a la ley mundana sería traicionar a Jehová. Recibimos muchísima presión para callarnos”. Matos vuelve a replicar: “Nosotros nos basamos en las leyes bíblicas, pero esto no justifica ni ampara incumplir la ley ciudadana”. Y ataca: “Los exmiembros a veces distorsionan la realidad, reinterpretan los hechos porque algo les ha molestado y por eso se han ido”.
Diego Hidalgo, vecino de Lleida, fue miembro de los Testigos de Jehová durante muchos años y ejerció como líder de congregaciones y juez interno de la organización. Asegura que “existe un registro donde guardan los casos de abusos sexuales”. “Se guardan en sobres de color de caña, donde están los informes del caso y se archivan bajo siete llaves”, afirma. “No te extrañe que los estén vaciando ahora mismo si sospechan que estamos hablando de esto. No creen en la justicia del Estado porque hay una frase en la Biblia de San Pablo que dice: ‘¿Se atreve algún hombre a llevar a su hermano ante la justicia de un hombre?’. Nunca van a acudir a la Policía. Desaniman a ello sea cual sea el delito. Dicen que, si lo haces, mancharás el nombre de Jehová”.
Flórez, que sufrió abusos de niño y a quien le pidieron que no acudiera a la policía, sonríe con amargura: “Como la Policía entre algún día en la sede o en las congregaciones y se hagan con estos sobres… Se va a armar una bien gorda”.
Torre de vigilancia
Los Testigos Cristianos de Jehová se definen a sí mismos como una confesión cristiana, milenarista, antitrinitarista y antiecuménica. Llevan a cabo una interpretación heterodoxa de la Biblia y fueron fundados por Charles Taze Russell en 1881, en Estados Unidos. Su sede jurídica central se encuentra en Brooklyn (Nueva York), en un recinto llamado la Watch Tower (Torre de Vigilancia).
Según sus propios datos, están presentes en más de 150 países y cuentan con unos 8 millones de miembros en todo el mundo. En España están repartidos en unas 1.400 congregaciones. ‘Pastoreen el rebaño de Dios’ es el título del libro -editado por la propia organización y solo accesible para los dirigentes de la orden- que sirve como jurisprudencia para los Testigos de Jehová. En él se explica el procedimiento para formar los comités judiciales, las apelaciones y las condenas que consisten en la exclusión del culpable.
Esta justicia paralela tiene consecuencias. “La gente sufre porque no puede expresar sus problemas. Es un círculo vicioso: quien te hace daño se encarga de tu justicia y te ofrece apoyo. Es traumático. Brutal”, explica Flórez. Su propia hermana, Noemí, padeció uno de estos juicios. Cuando el proceso llevaba algunos meses en marcha, Noemí se suicidó.
Ocurrió el 21 de agosto de 2015. Cinco años antes había decidido abandonar los Testigos de Jehová. Al hacerlo, la congregación dejó de relacionarse con ella. Unido al divorcio, Noemí acabó sola, con 3 hijos pequeños y una pensión de 400 euros mensuales. El escenario, aderezado por la presión de sus padres, le hizo regresar a la confesión el pasado año. Como se había divorciado -algo considerado pecado-, la sometieron a un Comité de Justicia. Noemí entró en depresión y el apoyo que recibió fue de tipo espiritual. “El Comité le puso la ayuda de una Testigo que ni era psiquiatra ni tenía estudios básicos. Mi hermana dejó de comer. Le hicieron un cacao mental. Se sentía culpable, dependía del Comité, no tenía a quién acudir… No pudo levantarse de eso”, cuenta Israel con la voz ahogada. “Yo no digo que Noemí se suicidara por eso, pero lo que tengo claro es que resultó fatal”.
La propia jurisprudencia interna de la organización, el libro ‘Pastoreen al rebaño de Dios’, recoge lo que se debe hacer cuando hay riesgo de suicidio. Lo hace en la página 89: “En ocasiones que el acusado amenace con suicidarse, lo mejor será suspender la audiencia y concentrase en ayudar a la persona a recobrar el equilibrio. Deben asegurarle que el deseo del comité es ayudarla, y entonces tratar el tema de la depresión y el suicidio valiéndose de las Escrituras”.
El mismo libro, en la página 85, deja claro que este sistema judicial, al margen del Estado de Derecho, debe preservarse en secreto. Textualmente dice: “Si un periodista o un abogado que represente al acusado se comunica con los Ancianos, estos no deben proporcionar ninguna información sobre el caso ni confirmar la existencia de un comité judicial. Más bien, darán la siguiente explicación: ‘El bienestar físico y espiritual de los Testigos de Jehová es de primordial importancia para los Ancianos, que han sido nombrados para pastorear el rebaño. Esta labor pastoral se realiza de manera confidencial”.
Una página más adelante, el libro añade: “Si las autoridades exigen documentos reservados o piden a los Ancianos que declaren sobre asuntos confidenciales de la congregación, se debe llamar enseguida a la sucursal”.
Liberados
Diego Hidalgo, tras su paso por la organización y su labor como juez interno, se dedica ahora a “desprogramar” a Testigos, tal y como él explica sentado en el salón de su pequeño apartamento en Almacelles, Lleida. “Mi primer caso fue con una mujer de Galicia que se negaba a recibir una transfusión de sangre. Los Testigos de Jehová consideran pecado recibir sangre ajena. Su salud empeoraba, así que la familia me llamó y mantuve varias charlas con aquella mujer hasta que la convencí”. La familia ofreció a Diego una suma generosa por su labor, pero éste la rechazó. “No lo hago por dinero, lo hago para ayudar”.
Desde aquel primer encuentro, en el año 2008, Diego ha ayudado a unas 40 personas a alejarse de las faldas de Jehová. Hace unos años decidió dar forma a su labor en forma de asociación, a la que llamó ‘Liberados’, y que hoy preside. El proceso suele repetirse en cada actuación: la familia llama a Liberados, Diego se reúne con el Testigo y le hace dudar. “Una persona abducida, fanática, no atiende a razones. Así que mi primer encuentro siempre es en términos bíblicos. Debato con la persona usando argumentos bíblicos para hacerle comprender que su religión no es la verdadera, que sus creencias no se encuentran en la Biblia como le han hecho creer. Una vez inoculada la duda ya comienzan a atender a razones”.
Arantxa Martínez, madrileña de 22 años, fue “desprogramada” por Diego hace dos años. “Me planteaba dejar la carrera, porque los Testigos te piden que no estudies, que eso roba tiempo a las lecturas de la Biblia. Así que mis padres se preocuparon y me llevaron a hablar con él”. Arantxa recuerda que no atendía a razones, pero que Diego le hizo plantearse las cosas. “Usó la Biblia para demostrarme que nos engañan con interpretaciones. Yo soy muy creyente, pero desde ese día me alejé de ellos”.
En ocasiones, Diego tiene que enviar a estas personas al psicólogo o incluso al psiquiatra. “A veces salen muy dañados. Les generan una dependencia tremenda y les meten mucho miedo. El Estado debería actuar contra esta secta: van contra la ley, contra la Constitución y contra los Derechos Humanos. Y los están amparando. El Estado es culpable de que esto esté pasando. Es una secta tolerada”.
Después, sentado en su salón, lee un párrafo del libro ‘Pastoreen el rebaño de Dios’, la jurisprudencia interna de la organización: “¿Está mal querer a nuestros familiares? Claro que no. Pero debemos querer más a Jehová. Así que fortalezca su amor por él. Y si está preocupado por la conducta de un familiar expulsado, dígaselo a Jehová, desahóguese con él. Y recuerde: obedecer siempre es la mejor opción”. Diego cierra el libro, se encoge de hombros y muestra las palmas de las manos.
Las ovejas y las cabras
Los miembros de los Testigos de Jehová -que se denominan entre sí hermanos y hermanas- no pueden recibir transfusiones de sangre, no pueden fumar, emborracharse, ser adúlteros, homosexuales, no pueden votar, afiliarse a algún partido, sindicato o asociación, no pueden leer literatura apóstata ni relacionarse con personas que hayan abandonado la confesión. Aunque sean sus familiares.
Nuria es el nombre ficticio de una joven madrileña que pasó su infancia como Testigo de Jehová. “Mis padres lo eran y, desde que tengo uso de razón, yo lo fui hasta que mis padres lo dejaron, cuando tenía unos 10 años”, cuenta sentada en una terraza del madrileño barrio de Lavapiés. “De aquella época recuerdo que no podía celebrar los cumpleaños. Y eso me dolía mucho. Cada vez que un compañero de clase traía golosinas por su cumpleaños yo no las podía aceptar porque venían de Satanás”. Los demás niños le hicieron la vida imposible. “Yo era un bicho raro. Estaba siempre sola y me acosaban”.
En Navidad tampoco recibía regalos. “Mis padres intentaban compensarlo de alguna manera, así que nos dejaban elegir un juguete del catálogo por las buenas notas. Recuerdo que algún año, al regresar a clase después de Navidad, nos mandaban hacer una redacción con los regalos que habíamos recibido. Y yo tenía que dejarla en blanco”.
Nuria tiene también grabado en la memoria el álbum de fotos de la boda de sus padres: “Ellos se casaron por la iglesia católica antes de entrar en la orden. Así que mi abuela, que es Testigo, recortó todas las cruces y símbolos católicos de las fotos. El álbum de fotos de la boda de mis padres está hecho trizas”.
La madre de Nuria, que también pide ocultar su nombre, recuerda su etapa como Testigo con cierta amargura. “Cuando eres Testigo eres una oveja y, el resto de personas son cabras. Y evitábamos juntarnos con cabras”, explica. “Te apartas, te encierras en ti misma. A mí me cambió el carácter. Todo te parece pecado, es imposible integrarte en la vida normal. No eres parte del mundo, eres un pueblo sagrado”.