SOLEDAD FUERA DE LA SECTA WACHTOWER
Cuando hemos pertenecido a una secta, como la de los Testigos de Jehová y luego nos encontramos fuera del grupo, ya sea por haber renunciado, habernos desilusionado, por haber sido expulsados, o por diferentes motivos, se nos hace difícil retomar el curso de nuestras vidas.
En algunos casos no fuimos escuchados, nos malinterpretaron, algunos otros fueron convocados a un Comité Judicial y después condenados, en forma injusta o por haber contravenido las enseñanzas del Cuerpo Gobernante, después de haber pasado casi la mitad de una vida dentro de un grupo humano, al que considerábamos casi como nuestra segunda familia.
Encontrarse fuera del grupo, causa trastornos existenciales. Para agravar aún más el hecho, no tenemos forma fácil de volver a encausar nuestras vidas. No disponemos de herramientas con las cuales salir adelante, porque además la secta nos impidió cursar estudios superiores. Algunos se acercan a las redes sociales, exponiendo sus traumas, relatando sus infortunios a otros ex testigos de Jehová, como una catarsis de sus padecimientos, comentándolos. Eso ocurre, es cierto y resulta trágico. Es sentirse solos, desamparados, desvalidos y perdidos en el mundo real.
LA SOLEDAD EXISTENCIAL
En primer lugar definamos el término: según el diccionario de la Real Academia Española:
SOLEDAD:
1.- Carencia voluntaria o involuntaria de compañía.
2.- Lugar desierto o tierra inhabitada.
3.- Pesar y melancolía que se siente por la ausencia, muerte o
pérdida de alguien o de algo.
En la Biblia, editada por la Socidad Wachtower, no aparece la palabra “soledad”, suponemos, desde un punto de vista sociológico, debido a una necesidad de carácter gregario los hebreos y otros grupos nómadas, en tiempos remotos, los humanos se necesitaban dentro de clanes cerrados y no disponían de espacios o de la capacidad para aislarse y elaborar algún pensamiento propio.
Se dice que todo ser humano, nace, vive y muere solo. Cada uno de nosotros constituye una individualidad única, particular e irrepetible. Todos somos distintos, cada persona es una isla. Desde ese punto de vista nuestra existencia es en esencia, una existencia solitaria. Estamos prisioneros en una individualidad asfixiante, eterna e irreversible. Desde luego el amor, la ternura, la comunicación y el encuentro profundo la pueden apaciguar y calmar, pero su esencia misma es indestructible.
No es lo mismo “aislamiento” y “soledad”. La soledad es un estado transitorio, necesario para todas las personas, nos ayuda a encontrarnos a nosotros mismos, estar en contacto con nuestro ser íntimo, a valorar lo que tenemos. En ese sentido la soledad es belleza, grandeza, y el punto de encuentro con nosotros y con los demás.
El aislamiento, en cambio, es una actitud permanente en que la persona aislada no comparte nada de si mismo, no socializa, es introvertido como una fortaleza de la que no entra ni sale nada, en ese sentido el aislamiento es tristeza, oscuridad y negatividad. Se puede considerar como un bloqueo emocional que representa el miedo a la intimidad.
El psicoterapeuta Luis Cano Gil enumera al menos cuatro tipos fundamentales de soledad: real, neurótica, madurativa y existencial. Toda persona puede sufrir “mezclas” de estas soledades. Las examinaremos en detalle.
SOLEDAD REAL: Es la que experimentamos en ausencia de genuinos afectos amorosos hacia nosotros, (aquellos que producen seguridad, apoyo, autoestima), cuando carecemos de personas que realmente nos quieran y nos acompañen, sea porque nunca disfrutamos de ellas, ya sea porque las perdimos por circunstancias transitorias o definitivas (fallecimiento, cambio de entorno social, emigración, prisión, expulsión de una organización religiosa, etc.) Esta clase de soledad termina cuando el individuo restablece o renueva sus relaciones.
SOLEDAD NEURÓTICA: Es la que experimentamos como resultado de viejos traumas infantiles, debido a los cuales nuestra personalidad queda “marcada” con un sentimiento permanente de vacío, tristeza y soledad, incluso existiendo a nuestro alrededor personas que realmente nos valoren y nos quieran. No logramos percibirlo y disfrutarlo, es como morir de sed junto a una fuente de agua. Esta clase de soledad solo es posible aliviarla con terapias profesionales.
SOLEDAD MADURATIVA: A medida que crecemos emocional e intelectualmente, nuestra visión del mundo cambia y puede distanciarnos cada vez más de las personas, que al no estar conectadas con nosotros y nuestras vivencias, van quedando “relegadas”. Esto nos hace sentir más solos, a menos que hallemos nuevos compañeros de viaje. Es el precio que debemos pagar por madurar. Se trata de una soledad parcialmente reversible, como los habitantes de las montañas, a la que sabremos adaptarnos.
SOLEDAD EXISTENCIAL: Es la clase de soledad que enmarca a todas las demás, es la más honda e irremediable. Nace del hecho de que cada uno de nosotros, siendo un organismo único y diferente de los demás solo puede experimentarse a si mismo. A pesar de todas las posibilidades del amor y la empatía. Nadie puede vivirla por mí. Nadie puede entrar y aliviar, ni siquiera comprender los íntimos recovecos de mi alma. El arte de vivir consiste entonces en sobrellevar esa soledad de distintas maneras, por ejemplo con la ayuda del amor, el arte y las relaciones sociales, el conocimiento, la sabiduría. La madurez es aceptarla, tolerarla como es.
Muchos de los que han pertenecido a la secta Wachtower, y que ahora buscan consuelo y confortamiento, cuando relatan sus vivencias, son víctimas de soledad afectiva (o real), debido a episodios de desajuste emocional, divorcios, rupturas sentimentales, por haber sido expulsados del grupo o por haberse distanciado de sus familiares, debido a las cláusulas doctrinales del Cuerpo Gobernante. Algunos de nosotros cometimos el error de casarnos con personas, que en circunstancias normales nunca nos hubiesen atraído, eso como consecuencia de los anuncios del inminente Fin del Mundo y de la próxima entrada a un Nuevo Mundo, como también por las insinuaciones de los ancianos, quienes ven en los jóvenes un peligro, de acuerdo a las instrucciones del apóstol Pablo en sus Epístolas, con sus consejos y advertencias sobre las mujeres y cuyo destino no es otro que el sexo para la maternidad, el matrimonio y el obedecer a los hombres en silencio y sumisión. (1º Corintios 14:34,35)
LA SOLEDAD AFECTIVA
Esta soledad no surge del hecho de que el ser humano es único y distinto a los demás. Esta soledad proviene del convencimiento absoluto, consciente o inconsciente, de que mi persona, mi verdadero ser, no es amado como yo lo desearía, ni nunca podrá serlo.
Por cierto, puedo caer bien, despertar simpatías y sonrisas en los demás, pero, en un sentido profundo, no soy significativo para nadie.
También puedo obtener fama, éxitos, aplausos y gran cantidad de “likes” en las redes sociales. Pero mi ser interior experimenta una soledad desoladora.
La Wachtower suple en forma artificial, esta necesidad de afectos, que se encuentra latente en todos los seres humanos, dando a sus miembros la falsa ilusión de que son importantes y valiosos, basando sus premisas en versículos bíblicos escritos hace milenios, como 1º de Pedro 2:9
“Ustedes son una raza escogida, un sacerdocio real,
“una nación Santa, un pueblo para posesión especial…”
además el sentirnos dentro de un grupo, en donde todos viven esa realidad ficticia, tiende a engañarnos, pensando en que nuestros anhelos de afectos y pertenencia han sido satisfechos, dentro de la secta.
Comprobamos con desazón, cuando salimos del grupo, que esos afectos eran ficticios. Las personas disociadas no son bien miradas, además los requisitos doctrinales fuerzan a sus miembros a no saludar ni hablar con las personas que han caído en desgracia, los que se han apartado, han renunciado o han sido expulsadas. El impacto pude ser traumático, ya que una ves en el mundo real se comprueban dos hechos, el primero de ellos es la soledad afectiva, al no recibir saludo ni comunicación con los antes llamados “hermanos en la fe”. El segundo es encontrarnos con nosotros mismos, con nuestro propio yo sin las herramientas psicológicas para comprender nuestro estado y salir adelante. Se llega a un estado de vacío social que puede alterar todo nuestro pasar.
En nuestras sociedades occidentales, globalizadas y competitivas los religiosos fundamentalistas, como los del grupo religioso Testigos de Jehová, son de hecho considerados como excéntricos. Ellos no celebran festividades, cumpleaños, además se marginan de una serie de eventos sociales. Por esa razón los que salen de la secta se sienten como alienígenas, no consiguen asimilarse al mundo real en donde el amor se confunde con la admiración y el aplauso. Un mundo también falso, aparente, en donde tampoco se encuentran a si mismos. Se sienten diferentes, un sentirse permanentemente como extranjeros entre otros seres humanos. La persona puede mantener un romance, estar casada, tener amigos y llevar una buena vida social en el trabajo, aparentemente normales, sin embargo el “no pertenecer” lo acompaña noche y día. En estos casos la soledad lo empapa todo, es una soledad torturante que la conduce a una total desesperación.
Cabe señalar que esta vivencia rara vez o casi nunca es verbalizada o comunicada. La persona la vive como uno de sus secretos más sagrados.
COMO VOLVER A ENCONTRARNOS.
El camino será un poco más largo, sin embargo podemos superar el sentimiento de abandono, al que llegamos cuando nos apartamos del grupo religioso sectario.
La persona que se ama a si misma ha logrado ver su belleza interior, y por ese hecho se torna capaz de percibirla en las demás personas. Aquellos seres (mundanos) que antes considerábamos en forma desdeñosa, que llegábamos a despreciar por no pertenecer al “Pueblo de Jehová” ahora las examinamos desde otra perspectiva, más humana, más comprensiva, más tolerante. El sentimiento es recíproco y se nutre mutuamente de afecto, el que creíamos haber perdido se encuentra entonces a nuestro alcance.
El amor a si mismo y al prójimo son los antídotos contra el sentimiento de soledad. La propia capacidad de amarse a si mismos y al prójimo es el neutralizante más poderoso con que contamos para aplacar la soledad. Si soy capaz de darme, de entregarme, si soy capaz de percibir belleza en mi mismo, en el prójimo y en la vida, entonces jamás estaré solo en el sentido angustioso o doloroso del término. Por el contrario, me sentiré feliz de ser quien soy y de tener mi propio sello personal, también experimentaré un profundo agradecimiento por haber tenido la oportunidad de haber vivido en este mundo, en esta época, por haber salido en forma honorable de la secta y de volver a encontrarme en el mundo real.
Mi propia individualidad dejará de ser una dolorosa fuente de soledad, me sentiré plenamente integrado, perteneciente al mundo. Las separaciones, los rechazos familiares perderán ese carácter tan destructivo y angustiante. Desde luego sentiré pena y aflicciones, dolores y sufrimientos y quizás volveré a sentir momentos de profunda soledad. Pero cuando lo sienta y lo asuma, será una soledad tranquila, apacible, amistosa: será “mi soledad” aquella que forma parte de mi mismo y a la que he dejado de temer e, incluso, a la que también he llegado a amar.
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Bibliografía: Jaime Boetsch (Psicólogo); José Luis Cano Gil (Picoterapeuta)
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Rubén Echeverría Lastarria