Por Aimée Padilla
Siempre he sido una persona introvertida y me cuesta muchísimo expresar a los demás mis opiniones. Me es más fácil escribir que decir las cosas de frente a mi interlocutor. Y aún así me sigue costando.
Ahora con el auge de las redes, se da el fenómeno de polemizar en foros y se crean batallas campales porque cada quien piensa que su opinión vale más que la de los demás. En mi caso le pienso muchísimo porque siento un ligero temor a lo que me vaya a decir un desconocido.
¡Si ya sé! Es algo absurdo pero es parte de mi personalidad formada desde la infancia por las represiones de un culto religioso.
Un lugar donde debes pensar lo mismo que los demás y si piensas de manera diferente, te dicen peyorativamente “apóstata».
Así que en tiempos pasados llegué a sufrir demasiado porque no sabía decir que “no» cuando algo no me parecía.
Tengo un querido amigo que me ayudó muchísimo cuando estuve en ése trance de sentirme basura y que no valía nada.
Me dijo: “todos los días, mírate al espejo y dite a ti misma: Soy la $#@& ama de mi vida». Haciendo referencia al personaje de Nairobi en la serie de Netflix “La casa de papel “
Me sentí un poco tonta, pero empecé a hacerlo y poco a poco entendí, que nada ni nadie tenía poder sobre mí, y si me afectaba era porque yo misma le estaba dando ése poder.
El momento cumbre de aplicar el consejo de mi querido amigo, fue cuando dos ancianos de los testigos de Jehová quisieron hacerme lo que le llaman “visita de pastoreo»*
Me llamaron por teléfono y a diferencia de años atrás, el corazón ya no se me aceleró de miedo a lo que pudieran hacerme.
Al otro lado de la línea el anciano me dijo:
– Hola cómo estás, aquí estoy con el hermano Reyes – quien se acercó a la bocina y me saludó – quiero ver si nos puedes recibir para hacerte una visita.
A lo que respondí: No… (y me quedé callada)
– ¿Nnnooo? -dijo titubeante
– Así es, NO. Y me disculpan porque tengo cosas que hacer. – y colgué.
No se imaginan el poder que sentí, entender que ésas personas no son nadie y no pueden estarme amenazando y haciéndome sentir mal tan solo porque decidí seguir mi camino por separado.
El saber decir “NO» tajantemente cuando algo me incomoda, ha sido para mí un logro personal, porque ha hecho mi vida más placentera, no sólo en el ámbito religioso, lo he aplicado en el trabajo, en las relaciones personales y familiares.
Entendí que hemos venido a esta vida para disfrutarla, debemos encontrar la manera para que este maravilloso viaje sea nuestro, único e irrepetible.
Entonces se vale decir: ¡No! ¡No quiero! No le demos nuestro poder a nadie, la travesía es nuestra y de nadie más.
* Los testigos de Jehová tienen un programa de ayuda para “fortalecer” a los miembros del culto. Dicha “ayuda» la imparten los ancianos. Se programan para dar estímulo a quiénes ellos consideren que necesitan ayuda espiritual. A dicha actividad se le conoce como: visita de pastoreo.
Referencia:
Se vale decir: NO