Por Aimée Padilla
Hace unas semanas mi mamá sufrió la amputación de una de sus piernas, han sido días aciagos para ambas pues hicimos hasta lo imposible para no llegar a ese desenlace, sin embargo fue inevitable y ahora tenemos que adaptarnos a nuestra nueva realidad.
No falta quien haga comentarios desagradables con respecto a nuestra situación, pues desde nuestra salida de la secta, una serie de eventos desafortunados nos han acompañado: desde la muerte de mi papá, la fractura de mi brazo, mi estado de salud, asalto a punta de pistola que sufrí y ahora la situación de mi mamá quien se encuentra a mi cuidado.
“Todo esto ha pasado porque se han alejado de Jehová, no se suelten de su mano y verán cómo les abre las compuertas de los cielos”
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Ese es uno de los tantos comentarios “bien intencionados” que he recibido como una extraña muestra de estímulo por parte de mis antiguos compañeros de culto.
Tengo que reconocer que todo esto me tomó por sorpresa y sentí mucho miedo ante cada embestida que me daba la vida, pues no sabía como manejar la situación y en ocasiones llegué a pensar: ¿Tienen razón los testigos de Jehová y nos pasa esto por hacernos inactivas?
Pero ahora que las cosas van encontrando su cauce, he hecho un viaje hacia mi interior para buscar la raíz de mis miedos, del porqué llegue a pensar que todo lo que estaba pasando en mi vida era ocasionado porque Dios me había quitado su protección.
El miedo es una emoción natural en el ser humano, nos sirve como escudo ante peligros que pudieran ocasionarnos la muerte, así que debemos de aprender a vivir con ese miedo desde que nacemos, hasta que morimos. Pero hay una marcada diferencia entre un miedo normal a un miedo que nos haga perder el control y nos paralice.
Y es ese miedo irracional el que me enseñaron a cultivar en las reuniones de los testigos de Jehová, de hecho cuando decidí alejarme comencé a manifestar conductas raras que rayaban en la paranoia, muchos que me leen se sentirán identificados con mis palabras y espero mis reflexiones les sirvan de algo.
Los días previos a que tomé la decisión de dejar de asistir a las reuniones, me daban ataques de pánico: iba a la reunión llorando todo el camino y antes de entrar al Salón del Reino, me tragaba mis lágrimas, respiraba hondo y me sentaba en mi lugar habitual.
Ya no quería estar allí pero sentía una gran presión de grupo para seguir asistiendo, mi corazón quería gritar y decir “Esto no es verdad, los han engañado”, pero no podía, tenía que guardar silencio pues si se daban cuenta que era una “apóstata” me iban a expulsar.
Tenía miedo a perder a mi familia y amigos, tenía miedo al “que dirán”, tenía miedo de que me llamaran a la salita B y me hicieran preguntas incómodas. Ahora que lo veo en la distancia se me hace todo tan trivial, pero en ese momento sentía que el mundo se me venía encima.
Cuando le comenté a una amiga del trabajo que ya no quería asistir a las Reuniones, me dijo
– Pues ya no vayas
– Pero no puedo dejar de asistir… me dejarán de hablar
– ¿Y qué pasa si te dejan de hablar?
Y me quedé sin argumento… ¿Qué pasa si me dejan de hablar? –pensé- ¡Pues nada! No me voy a morir, no voy a perder el trabajo, no se va a morir mi familia, no va a haber un terremoto.
Y esa conversación que tuve fue la que me impulsó a dejar de asistir. Recuerdo que el último día que fui a la Reunión, vi a los hermanos e intenté grabarme sus rostros, ver donde se sentaban porque había tomado la decisión de jamás volver a poner un pie en el Salón. Me retiré de allí al término de la misma y no he vuelto ni pienso hacerlo.
Pero mi miedo irracional apenas empezaba. Cuando los ancianos se dieron cuenta que ya llevaba 2 reuniones sin asistir, comenzaron a llamarme, cada que sonaba el teléfono mi corazón latía aceleradamente, no podía dormir.
Pero en vez de bloquearlos o decirles que me dejaran en paz, yo seguía tomando las llamadas y dando excusas “No me siento bien” (lo que era verdad), así que no me atrevía a decir abiertamente que no iba a volver a las reuniones.
Tuve que soportar ese miedo enfermizo durante 6 meses en donde me llamaban para “estimularme a volver a las reuniones pues el tiempo del fin estaba cerca”. Pero por inverosímil que parezca, no podía colgarles o bloquearlos, simplemente no podía y les tomaba la llamada, teniendo que soportar sus sondeos del porqué ya no asistía. Pasados esos 6 meses, me dejaron en paz y al año nuevamente volvieron a buscarme.
Sin embargo, aún seguía con ese miedo a lo que pudiera pasar en el futuro ahora que ya no me congregaba con los testigos de Jehová.
Como persona que nació dentro del culto, se me enseñó a tener un “temor a desagradar a Jehová”, así que aunque sabía que había tomado la decisión correcta al alejarme, aún tenía miedo a tomar las riendas de mi vida.
Hay un articulo de la revista Despertad del 8 de Agosto de 2005 que se llama “¿Es posible librarse del miedo?” Dan una serie de pautas que pudieran decirse que son correctas ya que nos aconsejan a tomar las debidas precauciones para así minimizar los riesgos de cualquier angustia que lleguemos a tener.
Sin embargo el punto medular del artículo es que pintan al mundo en general como un mundo en donde la gente está plagada del temor.
Veamos lo que dicen las siguientes líneas tomadas de ese artículo:
El significado del actual clima de temor
Son muy significativas estas palabras del apóstol Pablo: “En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, […] sin tener cariño natural, no dispuestos a ningún acuerdo, calumniadores, sin autodominio, feroces, sin amor del bien” (2 Timoteo 3:1-3). ¡Qué época tan terrible!
Cuando Jesús habló de “la conclusión del sistema de cosas”, dijo lo siguiente: “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en un lugar tras otro pestes y escaseces de alimento; y habrá escenas espantosas, y del cielo grandes señales” (Mateo 24:3, 7, 8; Lucas 21:10, 11). Así que no deberían sorprendernos las “escenas espantosas” que vemos y que contribuyen a generar un clima de temor. Pero ¿tienen algún significado para nosotros?
https://www.jw.org/es/biblioteca/revistas/g20050808/Es-posible-librarse-del-miedo/
No es de extrañar que mi visión de la vida estuviera colmada de “escenas espantosas” en cuanto al futuro y que no tuviera confianza en mí misma. No me atrevía a ir a ningún lugar sola ni tampoco viajar porque si moría, no me quedaba claro que sería de mí y eso no me dejaba dormir en las noches.
Así que poco a poco tuve que empezar a trabajar en mi persona y entender que no debía de darle a otros individuos un poder que solamente a mí me pertenece.
Cuando me di cuenta de ello, me di a la tarea de enfrentar mis miedos pues solamente así es que podría ir sanando las heridas emocionales por la pérdida de una fe que pensé era la verdad.
En una ocasión, 2 ancianos me llamaron por teléfono para “saludarme”- inmediatamente en mi cabeza se formaron las palabras visita de pastoreo– y me dijeron que si podían hacer videollamada. Recuerdo que sonreí y me enderecé un poco y les dije NO, mientras al otro lado de la línea sentía su perplejidad y un silencio incómodo. Titubeante el anciano que tenía el auricular me dijo: ¿No? Y yo: Así es NO.
No se imaginan el empoderamiento que sentí en ese momento y que siento ahora, pues comprendí que los ancianos -como cualquier persona- tienen únicamente el poder que uno desee darles, por tanto entendido ese punto, mi miedo hacia la opinión que ellos tuvieran de mí o de lo que pudieran hacerme comenzó a difuminarse y pude ponerle punto final.
Asi que la raíz de todo miedo estaba en mi cabeza, yo sola me estaba encerrando en una jaula mental invisible que no me dejaba ser feliz.
De tal manera que tuve que aceptar que solamente yo era la única que podía sacarme adelante, nadie mas. Además no me encontraba sola, me di cuenta que había muchas personas en la misma situación que la mía, con ese temor hacia el futuro. Porque cuando fuimos testigos de Jehová, se nos inculcó la creencia en un mundo pacífico en donde no habría individuos malvados, no habría problemas de ninguna índole, ni enfermedades ni vejez ni muerte y que la tierra estaría llena de adoradores de Jehová. Agradezco a todos ellos pues con sus experiencias de vida me ayudaron a salir adelante y a renacer de las cenizas.
Entonces con ese prisma de felicidad que me pintó la secta, es como quería seguir enfocando mi vida y caí varias veces en episodios de depresión ya que la vida real no encaja con ese mundo feliz que dibuja la JW.
En este punto en el que me encuentro ahora, entiendo que debemos de perderle el miedo a vivir. Tenemos todo para ser felices en medio de las circunstancias de vida por las cuales nos tocó vivir, sin importar lo difíciles que estas lleguen a ser. Esta es la vida real: la que tiene sus alegrías y sus tristezas, la que tiene sus triunfos y fracasos, la que te llega y debes de atesorarla porque es tuya, porque es tu experiencia que te hará una persona más fuerte y sabia.
Así que perdámosle el miedo a vivir, no todo es alegría… también hay llanto y dolor pero de nosotros depende como será nuestro paso por la misma.