La expresión “Libre Albedrío” aparece una sola vez en la Biblia (Oseas 14:4) y hace referencia al albedrío del Dios judío Jehová. Sin embargo, en el inconsciente colectivo de los creyentes cristianos, existe la creencia de que los primeros humanos, según el Génesis de Adán y Eva, disponían de Libre Albedrío.
¿Qué hay de cierto en esa creencia?
El cristianismo ha pretendido hacernos creer que cada ser humano, tiene la facultad de decidir acerca de su destino, disponer de su vida, y tomar acción con respecto al bien y al mal, a una gracia, un favor, a un servicio, a lo acertado o inadecuado de algunas situación, etc.
La libertad mental para decidir, sin embargo, en alguna medida, se logra con la experiencia, madurez, con el conocimiento, las costumbres, los hábitos, la cultura, la plenitud de vida. Por esa razón los niños o los jóvenes no son considerados sujetos afectos a las leyes, debido a su falta de juicio, sensatez y discernimiento que solo llegan con los años. Pero es posible que ni siquiera en la madurez y en pleno uso de nuestras facultades seamos libres en ningún instante de la vida.
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Los seres humanos no somos dueños de nuestra conformación, la cual fue producto de causas aleatorias, que dependió (en el pasado) de cuando nuestros padres se conocieron, se habla de la química de la atracción, el enamoramiento, algo totalmente fortuito. Nadie elige sus genes. Más tarde al momento de nuestra concepción, otra vez entra en acción lo azaroso, incierto y fortuito. Aquella lucha de los espermios por fecundar al óvulo materno y desechar a los que son inadecuados por efecto del azar.
“No tuvimos ingerencia hasta ese momento, ni en lugar geográfico, hemisferio sur o norte, continente, ni en nuestras futuras facultades ni en el color de nuestros ojos, piel, pelo, estatura ni menos aún de los códigos genéticos que nos darían buenos o malas defensas con las cuales enfrentar la vida. Hasta ese momento la naturaleza actuó en un análisis combinatorio aleatorio, del cual somos la consecuencia.”
“No hay nada, justo o injusto que no cambie con el clima. Tres grados de elevación hacia el polo cambian toda la jurisprudencia; un meridiano decide sobre la verdad. El derecho tiene sus épocas. La costumbre constituye toda la equidad, por la sola razón de que la hemos recibido, la aceptamos.
Verdadero a este lado de los Andes, error al otro lado.”
“Después, no fuimos tampoco dueños de nuestras ideas o de las modificaciones cerebrales las cuales fueron moldeadas por la familia, el colegio, la religión heredada, el idioma, o la cultura de la sociedad, las cuales actuaron sobre cada uno de nosotros, determinando nuestra forma de ser o actuar. Si hubiésemos nacido en Asia seríamos budistas, taoístas o confusionistas, si en oriente, mahometanos, si en América, cristianos, etc.”
“Lo que los seres humanos hagamos será siempre consecuencia de lo que hemos sido, de lo que somos, de lo que hemos hecho hasta el momento de la acción. Nuestro ser actual y total, considerado en todas sus posibles circunstancias, contiene la suma de todos los motivo de la acción que realizaremos. Principio que nadie puede negar.”
“Nuestra vida es una sucesión de instantes necesarios, y nuestra conducta, buena o mala, virtuosa o viciosa, útil o dañina para nosotros mismos o para los demás es un encadenamiento de acciones tan necesarias como lo son cada uno de los instantes de nuestra vida.”
“Vivir es existir, de un modo necesario. Querer es aceptar o no aceptar seguir siendo lo que somos. Ser libres es ceder a motivos necesarios inherentes a nosotros mismos.”
“Si conociéramos el funcionamiento de nuestros órganos, si pudiéramos recordar todos los impulsos o las modificaciones que hemos recibido y los efectos que hemos producido, veríamos que todos nuestros actos están sometidos a la fatalidad, que regula tanto nuestro sistema biológico endocrino, neuronal, celular o genético, de la misma forma como lo está el sistema entero del universo.”
“Todo lo que sucede en nosotros o aquello que es hecho por nosotros, así como lo que sucede en la naturaleza se debe a causas necesarias que actúan según leyes necesarias y que producen efectos necesarios.”
Recordemos las palabras del filósofo Benito de Spinoza:
“Una piedra recibe de una causa externa, que la impulsa, cierta cantidad de movimiento con la cual, después de haber cesado el impulso de la causa externa, continuará necesariamente moviéndose sin que nada la detenga.
Si la piedra tuviera uso de razón creerá que está moviéndose de acuerdo a su voluntad, creerá que es completamente libre y la causa de perseverar en el movimiento no es sino su voluntad.”
“Esa es la famosa libertad humana, que todos se jactan de tener y que tan solo consiste en que las personas son conscientes de su apetito e ignorantes de las causas por las cuales son determinadas sus acciones. Así el bebé cree apetecer el biberón, el niño irritado desea la venganza, el tímido la fuga. Por su parte el borracho cree decir los más profundo de su alma, lo que después ya sobrio quisiera haber callado. Igualmente el delirante, el charlatán, el religioso y otros muchos de la misma calaña creen obrar por libre albedrío de su alma, y no que son llevados por el impulso.
Creen que son libres por la sencilla razón de que desean algunas cosas y que ese deseo puede fácilmente ser reprimido cuando surge el recuerdo de otra cosa”.
Volvamos ahora a la premisa bíblica.
Si el Dios judío Yaveh o Jehová (entremos a suponer), conocía en su totalidad al ser humano en lo biológico y en lo circunstancial de su existencia, jamás podría haber pretendido siquiera suponer que una de sus criaturas pudiera decidir su propio destino, (¡y el de toda la humanidad!), sin tomar en cuenta su conformación mental, biológica, física y sus eventuales y accidentales procesos de formación y desarrollo.
Por consiguiente, el llamado “Libre Albedrío” del ser humano, no pasa de ser una falacia nacida en la mente primitiva de sacerdotes levitas orientales, allá por la Edad del Bronce, los cuales con escasos conocimientos de los procesos circunstanciales, físicos y biológicos de los humanos, dictaminaron que la decisión de un solo ser humano, Adán, podía dar por resultado someter al pueblo judío a la potestad sacerdotal, obteniendo obediencia, sujeción y acatamiento para ser reverenciados con dádivas y sacrificios animales.
Por desgracia esa pretensión fue traspasada a occidente a través del cristianismo. Y lo más grave, es que muchos siguen repitiendo aquella frase: “libre albedrío”, sin siquiera detenerse a pensar en lo que significa.
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Rubén Echeverría Lastarria
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Bibliografía: “Sistema de la Naturaleza” – D’Holbach ( 1723 – 1789)
Carta a G.H. Shuller – B. Spinoza ( 1632 – 1677)
“Pensamientos” – Blaise Pascal (Francés 1623 – 1662)