El sentido de pertenencia en los testigos de Jehová

El término “gregario” se define como [persona, cosa] que forma parte de un grupo sin distinguirse de los demás, especialmente si carece de ideas e iniciativas propias y sigue siempre a los demás.

Es decir, una mente colmena que no tiene la capacidad de emitir un juicio propio ni se cuestiona el entorno en el que se desenvuelve. Este es el caso de los testigos de Jehová, pero en ésta ocasión quiero exponer lo que le denomino el fenómeno del “esposo(a) incrédulo (a)”. Dicho fenómeno se ve en ambos sexos.

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Dentro de la jerga testiguil, el esposo incrédulo es aquel que no se opone a que su cónyuge profese dicha fe, pero tampoco desea formar parte de ella.

Hay dos combinaciones de de esposos incrédulos: aquel testigo de Jehová que se casó con el mundano (a), o que se convierte ya estando casado y su pareja no desea ser testigo de Jehová.

En ambos casos, el testigo desea fervientemente que su cónyuge sea parte del culto, cuando está sentado en el salón del Reino y ve a otros matrimonios o familias escuchando la reunión, su corazón se estruja porque anhela que su esposo o esposa esté sentado allí con el o ella.
No faltan los comentarios mordaces de otras personas que al final de la reunión le dicen: “¿Y su esposo (a)? A ver cuándo nos visita… Nos lo saluda”. Entonces el deseo de que su cónyuge sea parte del culto comienza a hacerse una necesidad, esa presión de grupo lo atormenta, y ya no es tanto por Jehová, si no porque no desea ser distinto de los demás miembros de la congregación.

Así que poco a poco va dejando por el hogar conyugal, publicaciones a la vista con algún tema que piense será de “interés” para su pareja. Si eso no da resultados, será más aventurado y le dirá: “amor, no le entiendo muy bien a ésta información de la revista La Atalaya ¿Le puedes echar un vistazo y me la explicas?”
Y así, poco a poco se va acercando más a su objetivo: llevarlo a las reuniones.

El cónyuge incrédulo con tal de complacer a su consorte, accede porque lo ama, y aunque no esté de acuerdo con la información, irá y se sentará junto a él.

Entonces el o ella se siente contento porque al fin su pareja incrédula está haciéndole compañía en las Reuniones… Pero esperen, eso no es todo, ahora se da cuenta que su pareja se puso tenis y pantalón de mezclilla. Así que se siente contento a medias.
Y así conforme pasa el tiempo, un día le dirá que le compró un lindo vestido con un bolso a juego, o que le arregló una camisa, y le compró una corbata para que se vista con modestia en la casa de Jehová.

Quienes son y hemos sido testigos de Jehová, podemos visualizar el escenario del hombre o la mujer sentado en la reunión, con su vestido o camisa y corbata, todo incómodo, que se tiene que parar a cantar las canciones del Reino, o que su consorte le da una Biblia a la vez que le da de codazos para que levante la mano y lea un texto.

¿Que les hace pensar que disfrazándolos de testigos de Jehová ya se convertirán? ¿No será que los visten de ésa forma porque no quieren ser señalados por los demás miembros? La realidad es que los visten así por ellos mismos, porque la secta se ha encargado de que no tengan individualidad, los han despersonalizado y no son capaces de entender que la vestimenta no hace a la persona, sus acciones sí.

Quienes se comportan de ésta forma, tienen una necesidad apremiante de aceptación, no soportan “el qué dirán”, su mente no soporta que los demás no tengan una impresión favorable de ellos, así que pasan por encima de los derechos de la persona que ha accedido acompañarla en distintos eventos del culto.

Mismo caso sucede con los niños, los visten como adultos y no les permiten jugar, los pequeños tienen que estar sentados en su lugar sin hacer ruido. Podemos ver fotografías de niños testigos y sus caritas generalmente son de tristeza, pues les roban su identidad.

Se que los testigos de Jehová que lean estas líneas lo considerarán chocante, pero más chocante es que no acepten a la persona que tienen a su lado, y que intenten incluirlo dentro de la fantasía de pertenecer a la organización JW .

A quienes viven en un hogar “dividido” habría que preguntarles: ¿Porqué no respetan la creencia de su pareja? Verán que la vida es más tranquila si permiten que cada quien ejerza su libertad de pensamiento.

Créanme que no existe ningún orgullo al no ser original, es precisamente la originalidad la que nos hace brillar y ser personas atractivas para los demás.

Todos somos valiosos, genuinos, auténticos… Nunca lo olvidemos.

Aimée Padilla.