LAS DONACIONES EN LA WACHTOWER
“No se hacen colectas” dicen los volantes, que entregan los testigos de Jehová, por los cuales invitan a sus reuniones.
Es cierto, cualquier persona puede comprobar que no se hacen colectas, ni se pasa el cepillo.
( NOTA: el diccionario de la RAE define el cepillo:
“Caja de madera u otra materia, con cerradura y una abertura por las que se introducen las limosnas, que se fija en las iglesias y otros lugares”)
Muy cierto, los testigos de Jehová no pasan haciendo colectas de dinero. Sin embargo en todos sus Salones del Reino existen lo que llaman “Cajas de Contribuciones”. Las hay de diferentes tamaños y también con distintos objetivos: donaciones generales, construcción de Salones del Reino, para la obra mundial, etc.
Se supone entonces que los asistentes a las reuniones pueden hacer donaciones voluntarias de dinero, en las diferentes cajas que se encuentran dispuestas para ello. Hasta ahí todo en orden.
Sin embargo, para cualquier persona que asiste a sus reuniones, es notorio que en todas ellas, se dispone de un tiempo para hablar acerca de las donaciones, cuando existe algún déficit de caja, o para alguna de las distintas inversiones de las congregaciones.
“Pues bien, de todos los enredos, dilemas y trampas que pueden incrustarse en la estructura de la comunicación humana, la paradoja de: “ser espontáneo al hacer donaciones” es la más difundida.
“En el caso de las donaciones se trata de una paradoja real, limpia, conforme a todas las exigencias de la lógica formal.”
“En las moradas etéreas y cristalinas del Olimpo de la lógica “imposición” y “espontaneidad” son incompatibles.
Donar es un acto espontáneo (esto es: todo lo que sale de uno mismo, libre de toda influencia externa.)”
“Hacer algo voluntariamente (o espontáneamente) porque se lo recuerdan desde la plataforma, resulta tan imposible como olvidar a propósito o dormir profundamente intencionadamente. O uno actúa espontáneamente a su albedrío, o cumple una orden y por lo tanto no actúa espontáneamente. Desde la pura lógica uno no puede hacer las dos cosas a la vez.”
“Si usted ha leído la novela de John Fowles “El Coleccionista” comenzará a comprender de lo que hablamos.
“El coleccionista es un joven que empieza centrando su atención en las mariposas. Las sujeta con agujas y así puede contemplar con calma sus hermosas formas y colores, cada vez que quiere. No pueden escapar. Su desgracia empieza cuando se enamora de la bella estudiante Miranda y le aplica la misma técnica. Como no es particularmente atractivo y además la opinión que tiene de si mismo no es muy buena, presume que es muy probable que Miranda no se decida espontáneamente por su persona. Así que la rapta, y en lugar de sujetarla con alfileres, la encierra en una casa de campo solitaria.
En el marco de esa coacción, espera y aguarda a que ella, en el curso de su encierro, acabe enamorándose de el. Poco a poco descubre el coleccionista, la tragedia inexorable de su paradoja, ser espontáneos y ser presionados, intimidados, amenazados o coartados imposibilita aquello que se desea conseguir”.
“Otro caso. Una madre que exige de su hijito que haga las tareas escolares, pero no por obligación sino “por gusto”. Es decir hay que ser espontáneo y debes hacerlo de buen agrado. No pocos padres han desarrollado un método magistral, cuando dicen: “Vete a tu habitación y no salgas hasta que estés de buen humor” Es como la mujer que cuando el marido le exige, no solo que se le entregue sexualmente a toda hora, sino que además lo disfrute de lleno”.
Imagínese vivir dentro de un grupo humano en la que, en virtud de las enseñanzas bíblicas, se han convertido en una obligación de ser felices y demostrarlo: “Dios ama al dador alegre”, “Felices son los pies de los que predican las Buenas Nuevas”, etc. son solo algunas formas de coacción o presión con las cuales la Wachtower quiere demostrar que los estados de ánimo pueden ser manipulados por las instrucciones de la Casa Matriz, o por la Congregación.
No siempre estamos de buen humor, a veces estamos cansados, o no tenemos ganas de salir a la calle a tocar timbres o golpear puertas, otras veces no disponemos de dinero para llegar a fin de mes y hacer donaciones “voluntarias” es imposible. Por lo tanto las reconvenciones desde la plataforma, “recordándonos” hacer nuestras donaciones, solo es apta para “esos arabescos paradójicos, como exigir que algo se recuerde, u olvide con espontaneidad, intentar provocar una erección o un orgasmo mediante el empeño de la voluntad (que hace precisamente imposible lo que se intenta), o dormir, porque uno a la fuerza quiere dormir, o amar, cuando el amor se exige como obligación”.
Cuando lea aquello de que en la Wachtower no se hacen colectas, ya sabe lo que significa.
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Rubén Echeverría Lastarria
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Bibliografía: “El Arte de Amargarse la Vida” Paul Watzlawick.